viernes, 29 de marzo de 2013

32 semanas

Ya son 32 semanas. Solo 8. Ahora miro hacia atrás y me parece imposible haber esperado tanto tiempo y me parece cada vez más complicado seguir esperando, pero JP y yo nos aferramos a la vida y le hacemos el quite a la angustia. R. hace las cosas más agradables, soñamos juntos el día que esto ya no sea más una amenaza a nuestra alegría cotidiana.

Estoy segura que JP llegará a rellenar tantos espacios, a cambiar mi concepción de vida, como me percibo como mujer, como esposa... como profesional, como estudiante, como curiosa de la vida. Quizás me interese un poco menos la lingüística y me interese más la vida. Seguro que la vida que vendrá en esos 3 kilos superará las ganas de cualquier análisis morfosintáctico y paper francés.

He pensando que tengo que ser un ejemplo ¡qué difícil! hay tantas cosas que me hubiese gustado sanar antes que el llegara, tantas heridas  que debiesen haber cicatrizado antes que lo sintiera latir en mis brazos, pero no hubo tiempo, no hubo fuerzas, solo ganas en el último tiempo.

Intento ser realista ya nada será como antes, no saco nada con planear mis metas profesionales, deportivas, personales, yo no seré la misma una vez que lo vea sonreír y estirarme las manitas, quizás nada de eso me importe, quizás lo único que para ese entonces me valga la pena sea ser mejor, mejor persona, más cerca de Dios para así atender sus necesidades.



sábado, 2 de marzo de 2013

Sede vacante

Ya son 29 semanas y acabando la semana 28 de embarazo, el Papa, la cabeza de la Iglesia, dimite. Son esas cosas que seguramente no volverán a pasar pero marcarán el mundo en que Juan Pablo nazca.

Ayer me preguntaron mi opinión ante este hecho y aunque quisiera haber dicho algo más elaborado lo único que atiné a decir fue: seguro que es lo que Dios le pedía. Ante mi respuesta ella me dijo: me gustaría ser católica porque es demasiado fácil, total siempre es lo que Dios quiere.

Y después de seguir dando vueltas al asunto, creo que volvería a responder lo mismo. Se ha especulado demasiado sobre las razones que llevaron al Papa a tomar la decisión y no voy a comentarlas, no porque esté de acuerdo o encuentre que son irrisorias simplemente porque considero que más vale creer que Dios no nos ha abandonado.

Ser católico no es fácil, por lo menos a mi ser totalmente coherente me cuesta, querer en lo cotidiano a Dios se me hace difícil, no mentir, no hablar mal de otros, olvidarme de mí, ser sencilla: me cuesta. Sin embargo, confiar que Dios a pesar de nosotros, de nuestras propias miserias, de las diferencias que hay al interior de la Iglesia, de las noticias inesperadas y de lo doloroso de muchas situaciones, no nos abandona, quizás no es fácil pero tranquiliza.

Porque que el Papa renuncie no es algo tan fácil de digerir y en un principio te llena de miedo y dudas, pero si doy un paso más adelante ¿qué podría pasar? ¿la Iglesia se va acabar? ¿Dios nos abandonará? ¿creer dejará de tener sentido? No, nada de eso. Las cosas fundamentales ya están reveladas, sobre lo que hay creer ya está dicho, la Iglesia seguirá avanzando a pesar de nuestros errores, porque Dios es más grande que todo y eso es lo fácil, saber que si soy fiel, que si le escucho, si intento siempre seguirle aunque me equivoque, Él sacará algo bueno de mis errores.

Por lo tanto, después de haber seguido y leído constantemente al Papa, me parece imposible que su decisión no haya sido tomada bajo lo que Dios quería y si no fue así, Dios sabrá tomar las oraciones de tantos cristianos y hará lo mejor para su Iglesia.

Ser católica no es fácil, confiar en Dios tampoco, pero querer hacerlo da esperanzas porque Dios siempre es más que cualquiera.